jueves, 20 de febrero de 2014

Feliz día del gato, Queen.

Esta era Queen hace un año, con sus quince primaveras a cuestas tenía bastante sobrepeso y se pasaba el día acostada evitando el acoso de Simba y, sobre todo, de Lucky, que no entendían que estaba para pocos juegos.

Queen cuando estaba sana y gordita

De repente el verano pasado observamos que no acudía a comer su cena favorita con la frecuencia que antes lo hacía, que vomitaba lo que comía con más facilidad, un problema de siempre de ella pero agravado y que estaba todavía menos activa que habitualmente. Como teníamos unas vacaciones programadas nos preocupaba dejarla sola ya que la comida seca no le llamaba mucho la atención pero al volver de vacaciones, apenas una semana, vimos que estaba escuálida y casi sin fuerzas.

La llevamos al veterinario y las noticias no podían ser peores, tenía ictericia y síntomas de fallo hepático. La dejamos allí con suero un día pero al volver a recogerla fue un shock, se había orinado encima y estaba hecha una pena. Decidimos llevarla a casa y ponerle nosotros mismos el suero y la medicación e intentar que comiera. Tenía tan pocas fuerzas que no se resistía a ponerle la vía pero seguía sin comer, lo intentamos todo, darle golosinas que antes la volvían loca, comida gourmet... pero nada. Al final incluso la forzamos a comer con una jeringa.

Su aspecto al volver del veterinario era desesperanzador.

El veterinario nos dijo que cuando los gatos entran en este proceso no suelen sobrevivir y sólo alimentándolos con sonda había algunos casos de supervivencia. Pero seguimos insistiendo, hasta batidos de proteínas le dimos.

Conseguimos que comiera algo de atún y jamón de york, pero seguía vomitándolo con frecuencia y lo poco que comía era insuficiente para sobrevivir. La volvimos a dejar en la clínica otras dos ocasiones pero no mejoraba.

¡Ánimo Queen!

Al final el veterinario nos convenció para sacrificarla, en cualquier momento podía entrar en shock y agonizar así que ese viernes decidimos organizarlo todo para el lunes siguiente y llevarla a casa a pasar ese último fin de semana con nosotros. Y esa misma noche sucedió lo inesperado, mientras le dábamos su comida a los otros gatos ella misma se acercó y se puso a comer.

A lo largo del fin de semana mostró una mejora asombrosa, comía y tenía mejor color y había ganado las fuerzas suficientes para que no pudiéramos ni ponerle el suero.

Ese lunes fui a veterinario, pero para decirle que no la sacrificábamos.

Eso fue hace seis meses.
Queen hoy, disfrutando de su caja favorita junto al radiador.